Creo en Mí

Creo en mis formas, en mis caminos; en esos que duelen pero que rinden frutos.
Creo en el sendero de la verdad, en el sendero difícil.
Creo en mi alma, en esa porción agazapada de mí.
Creo en mis palabras, en mis frases, en mis abrazos y en mis miradas.
Creo en quien soy y, por lo tanto, en quien a pesar de las derrotas no tengo intenciones de dejar de ser.
Creo en mi sueño, en el magnífico sueño que seguiré construyendo hasta que no me queden más fuerzas para creer.
Creo en el destino, en mi historia, en mis pasos y en mi experiencia.
Creo en mis ganas de dar y creo en un mundo maravilloso que espera recibir mi gota de cariño.
Creo en la amistad, en los besos, en la lluvia, en las sonrisas y en los secretos.
Creo en mi esfuerzo por crecer, en mis ganas de crecer.
Creo en la vida, y en la magia con la que toca todas las cosas.
Creo en el destino y en un futuro de recompensa para quienes afrontan el desafío de ser fieles a sí mismos.
Creo en mí; sobre todo creo en mí cuando caigo, cuando no tengo fuerzas, cuando el viento sopla y mis velas ceden, sigo creyendo en aguantar y en volver con todas mis fuerzas para seguir y seguir creyendo, y seguir andando, y seguir viviendo.
Creo en los sentimientos que pueden hacer de cada día un sol distinto y por supuesto:
Creo en el amor y en ese modo indescriptible de estar parado ante la vida, en esa manera intrépida de hacer transcurrir el tiempo, en esa forma tan peligrosa y a la vez tan excitante de tener el corazón abierto.
Sólo se vive para ese espacio de felicidad que se espera transitar.

La Llorona

La historia de “La llorona” ha sido una de las principales leyendas de México, tan importante que varios estados de nuestra república la han reclamado como suya, desde el norte de la república hasta los estados del sur y ha resultado ser tan famosa, que en varios países de Centroamérica y Sudamérica la cuentan también y se hacen encajar los hechos en diferentes poblaciones y situaciones similares, por eso esta horrenda narración ha variado los nombres, lugares y hechos originales, generando una multitud de versiones que pasan de boca en boca como testimonio oral, aquí mismo en Xochimilco se contaba esta misma historia adecuándola al ambiente coloquial de nuestra gente, sin embargo la conjunción de todos estos relatos se acercan a la verdadera historia del mito, una leyenda prohibida que proviene de la época colonial en México.

Durante muchos años se guardó silencio en torno a esta, principalmente debido a supersticiones y tabús que la misma gente de la entonces naciente Nueva España había tejido alrededor de ella, en los años en que tuvo lugar esta narración se dice que mucha gente murió horriblemente o quedó afectada de sus facultades mentales por ver dichas apariciones, siend
o estos sucesos tan reales que las personas trataron de olvidar para siempre este hecho terrible, pues mientras siguiera vivo el relato continuarían sucediendo estas demoníacas apariciones, en el año de 1865 el notable erudito el licenciado Vicente Riva Palacio, escritor e historiador de México, revisó los libros prohibidos de la Santa Inquisición que estuvieron guardados y escondidos del público, buscando relatos para completar su novela llamada “El libro rojo” que escribiría juntamente con el escritor Manuel Payno para publicarla cuatro años después, entre toda esta información llena de relatos de casos pavorosos y diabólicos halló nuevamente la verdadera leyenda en un auto de proceso inquisitorio en contra de la mujer que protagoniza la historia, sin embargo no quiso escribir al respecto y le dio los pormenores a su amigo el poeta mexicano Juan de Dios Peza, él cual se dio a la tarea de escribir esta historia en forma de poema para no ser censurado por la Santa Iglesia Católica publicando su trabajo con un conjunto de leyendas, así que conjugando la tradición oral que perduro con los años y con los datos exactos tomados de la investigación hecha, aquí presento lo que debió ser la verdadera leyenda de “La Llorona”.

La Llorona

La naciente ciudad de la Nueva España, empezaba a sobresalir como una gema americana engastada en lujosos palacios de tipo europeo, las calles empedradas resonaban con los cascos de caballos que tiraban de los lujosos carruajes y era llenada con el rumor de millares de pasos que iban de un lado a otro, en medio en la plaza principal se hallaba una gran explanada deslumbrante, mirando hacia el sur se levantaba majestuosa la gran catedral de México, atrás de catedral como tres cuadras al norte se hallaba la plaza de Santo Domingo famosa en aquellos tiempos pues se ocupaba en las ejecuciones que dictaba el Santo Oficio, con la catedral como punto de referencia hacia el oriente de la ciudad se encontraban las casas de menor rango es decir las más modestas, por ser sus propietarios personajes de clase media, entre estas había una casita enclavada en una callejuela estrecha en cuya esquina había un nicho que tenía un crucifijo portando en el centro, que todas las gentes al pasar y verlo se santiguaban fervorosas, esta casita discreta pertenecía al señor Don Luís De Hernán y Martínez español pobre que había llegado a la Nueva España con el fin de hacerse rico, pero sus nobles principios no le habían permitido ser prominente y sin embargo si le había ganado el respeto de la mayoría de las gentes de toda clase social, lo mismo indios que nobles, y además este se había casado con una doncella de la nobleza indígena mexica, siendo esta bautizada con el nombre de Doña Marina, el matrimonio tuvo una hermosa hija de tez blanca como su padre, labios rojos encendidos y cabello negro y ensortijado, a la cual bautizaron como Luisa De Hernán y Martínez, tras de morir su madre cuando la niña estaba muy pequeña quedó bajo el amparo de su padre siendo su única hija y heredera. Don Luís ya era un anciano cuando Luisa se convirtió en una hermosísima mujer de veinte abriles a la cual todos los jóvenes de la época la asediaban espiándola entre la callejuela, eran frecuentes la riñas que se suscitaban por ganarse su amor y afecto que terminaban a veces con algún joven herido de espada, pero también se oían canciones, versos y rimas dedicados a ella, pero su ventana y puerta estaba siempre cerrada y los galanes se quedaban con la tentación de conocerla. Un día llegó a la ciudad de Nueva España una notable y aristocrática familia que se instaló en una de la nuevas mansiones que habían comprado, era la familia de Montes Claros que tenían un hijo único como de treinta años galante y bien vestido con un porte gallardo, su piel blanquísima y cabello rubio con ojos azules teniendo un fuerte atractivo con las doncellas de alta sociedad del virreinato, su nombre era don Nuño de Montes Claros, desde que llegó las hermosas jóvenes sabiendo de su encumbrada familia hicieron galas de múltiples coqueteos para llamar la atención del joven. Con el transcurso de los días hasta él llegó la noticia de la existencia de una preciosa mujer tan perfecta como un ángel y de una belleza tan exótica y cautivadora, cada día se dirigía presuroso a espiar a la bella dama parándose en la esquina donde estaba el cristo y tapándose con un ala de su larga capa, todos hablaban sobre el galán desconocido que custodiaba la casa de la hermosa Luisa. Así pasaron los días hasta que don Nuño vio salir a una mujer que visitaba a la joven Luisa y presentándose con ella le rogó le llevará sus cartas de amor a la muchacha, la señora accedió un tanto por verlo como un mozuelo enamorado y otro tanto por la jugosa propina que le daba, las cartas que ardorosamente le escribía Don Nuño de Montes Claros a Luisa de Hernán y Martínez hicieron su efecto y la joven accedió a verlo en una casita que tenía hacia el sur de la ciudad por lo que ahora es Coyoacán y quedaba alejada de la urbe colonial, allá en aquella choza doña Luisa fue la mujer más dichosa del mundo siendo amada por don Nuño que era un experto enamorado, muchas veces tuvo encuentros con su amado, mientras que en su casa lloraba angustiado su padre que se daba cuenta de las huidas que hacía su querida hija, una noche regresando del encuentro con don Nuño encontró a su padre rígido e inmóvil acostado en su camastro con la mirada perdida y las ventanas de su habitación abiertas, tal vez había llorado mucho por su ausencia y fallecido de honda tristeza, al día siguiente el entierro fue humilde pues lo único que tenía la familia era su pobre casa. Al pasar los días las visitas de don Nuño a la casa de la joven enlutada eran descaradas y fueron tan frecuentes que de sus amoríos fueron naciendo consecutivamente tres hermosos niños igual de blancos y rubios como su padre, pero bellos como su madre, eran el amor de Don Nuño su más grande tesoro, una y mil veces le decía a su esposa el amor tan grande que le tenía a su hijos , al pasar los años y con el tiempo ya el amante enamorado no veía por varios días a la bella Luisa, los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, doña Luisa habló con él preguntándole el porqué de su actitud, revelándole el joven que su padre le había obligado a pedir la mano de la hija de un rico español recién llegado, sin embargo Nuño le prometió por sus hijos nunca dejarla y oponerse a las decisiones de su padre a pesar de haberlo amenazado con quitarle su herencia de hijo único, así con mentiras lograba engañarla y ver a sus queridos hijos. Una noche en que la luna iluminaba las calles de la ciudad que ahora se vestía de plata, doña Luisa lloraba tristemente con la ventana abierta de par en par y sosteniendo a su hijo menor entre sus brazos, las lágrimas caían en el pecho de su hijo y sus sollozos se escuchaban en toda la calle, la gente comentaba la desdicha de la pobre joven y la infortunada suerte de tener un amor de una alcurnia tan alta, presa de la desesperación la angustiada mujer dejó a sus hijos y corrió por las calles pensando que algo grave le había sucedido a su amante por lo que se dirigió a la casa de los Montes Claros para quitarse las dudas que la embargaban, pero al llegar a la lujosa mansión quedo como pasmada al ver una gran fiesta que se celebraba dentro, había música y risas, chocaban las copas de vino en brindis afectuosos y la gente se entregaba a la más desbordante felicidad y dicha, tapando su rostro con un velo que llevaba se metió a la casa y preguntó a la servidumbre sobre lo que ahí se celebraba, los mozos le dijeron: ¿Qué no sabe, que el joven Nuño de Montes Claros se ha casado con tan bella joven rubia? se casó a las nueve de la mañana en la iglesia del sagrario junto a catedral, doña Luisa ya no quiso saber más, corrió como una poseída, devorándole las entrañas un odio visceral e inhumano, sintió tristeza por su padre muerto, por sus tres hijos que ahora se convertían en bastardos, lloraba por su triste e inútil vida, así corría derramando sus lágrimas cual lluvia por los callejones de la gran ciudad, entonces llegó a su casa como una fiera herida, vio a sus tres inocentes hijos dormir plácidamente en su camita, y con los ojos inyectados de odio y teniendo el corazón envenenado, corrió hacia el armario y viendo la daga que había olvidado don Nuño entre su cinto, la empuño con sonrisa demente y con el odio de un animal rabioso, azotó el puñal repetidamente en el cuerpo de sus hijos, los cuales daban tremendos gritos de agonía que despertaron a todos los vecinos del lugar, cuando llegaron al sitio y lograron amarrar a la terrible mujer, ya la cama estaba envuelta en un charco rojo carmesí que brillaba con la luz de las teas que portaban los hombres, y la daga cubierta de sangre escurría por los tablones del piso, aquello había sido una espantosa carnicería, las mujeres se desmayaron ante la dantesca escena y los niños cual fardos dejaban ver las múltiples heridas en sus cuerpecitos. ¡Maldita asesina!, ¡Maten a la maldita hiena!, gritaba la gente enfurecida ante la mirada imbécil de la mujer criminal, arrastrándola de los cabellos por las calles obscuras la llevaron presurosos ante el tribunal de la Santa Inquisición para aplicarle el castigo requerido en esos casos, la otrora mujer de una hermosura inigualable ahora lucía un rostro hinchado por los golpes, los cabellos tiesos y espantosos como de anciana, el rostro desencajado y esa sonrisa estúpida y demente que asustaba, los clérigos fueron llevados al lugar del crimen y lo que vieron resultó ser aberrantemente satánico, los atemorizados sacerdotes decían: ¡Esto es cosa del diablo, que anda por la ciudad! se oían innumerables oraciones en latín que se usaban en los exorcismos, rezos y plegarias. La noticia se corrió como reguero de pólvora por toda la ciudad llegando a oídos de Don Nuño Montes Claros, él cual cuando vio todo esto, no aguantó más el delirante cuadro, enloquecido tomando el mismo puñal, corrió por las calles solitarias y llegando a su casa se sacó los ojos y después se apuñaló él mismo. Durante la noche el santo tribunal de justicia había tomado la sentencia unánime - Ejecución en el cadalso por hoguera -. Ese día la ciudad de la Nueva España se vistió también de enojo, desde la mañana un viento de calor sofocante azotaba desde las diez de la mañana, era el mes de mayo y las calles estaban concurridas a reventar, todos esperaban la merecida ejecución de la mujer arpía que asesinó a sus tres hijos, el sol quemaba la piel cuando dieron las once y media, y de la puerta del Santo Oficio una mujer irreconocible salía jalada por lazos y amarrada por el frente de las manos, había huellas múltiples de tortura que había recibido toda la noche, parecía muñeca desvencijada, su rostro amoratado y los ojos hundidos sangrantes daban pavor con verlos, la gente no iba a olvidar por doscientos cincuenta años aquel suceso macabro, las voces de la multitud clamaban justicia y muchos mirones morbosos acudían como cuervos a presenciar aquel acto de fe, mientras en el otro extremo de la ciudad de México un cortejo fúnebre y concurrido se dirigía a sepultar el cuerpo del infeliz Don Nuño de Montes Claros el cual se había quitado la vida, la procesión de sacerdotes desfilaba por las calles hacia el sitio de la ejecución, llegando ante el madero principal soltaron de las manos a la mujer mientras que el pueblo enajenado gritaba ¡Maten a la maldita bruja asesina!, cientos de murmullos brotaban y se escuchaba, ¡Muerte a la desgraciada, quémenla de una vez y que arda!, callando a la multitud se escuchó un grito sobrenatural de la mujer decir: ¡Cállense todos, yo los maldigo! , ¡Muerte a todos desde mi tumba! diciendo esto enseguida alzó los brazos al cielo y mirando hacia donde había estado su casa, por fin se acordó de lo que había hecho con sus hijos y lanzó un grito desgarrador ¡Ayyyyyy mis hijoooooos!, repuestos a su temor, los verdugos sujetaron a la mujer por el cuello y amarrando sus pies y manos, procedieron a encender la hoguera, ya para entonces el calor tan intenso ahora con el cielo gris anunciaba una gran tormenta que azotaría a toda la ciudad, entonces antes de que se quemara totalmente el cadáver una tupida lluvia cayó sobre la ciudad y toda la gente tuvo que abandonar la plaza de Santo Domingo para protegerse de tan terrible tormenta, esta se prolongó durante nueve horas, a intervalos cosa que hizo que la gente se olvidara del cadáver de Dona Luisa de Hernán y Martínez. Ya había anochecido y un extraño vapor caliente se tendía como neblina por toda la ciudad, entonces los ministros del santo oficio mandaron por los restos de la difunta para que fueran totalmente cremados, pero los guardias virreinales cuando llegaron al lugar no encontraron cuerpo alguno, se dio la voz de alarma y se buscó el cuerpo a medio quemar de la muerta pero todo fue inútil, el suceso parecía olvidarse pero al noveno día en que según los clérigos las almas de los difuntos desatan sus cadenas, por la noche un extraño frío helaba las casas de la gente, por lo que no querían salir, la noche se tendió más densa que nunca y una oquedad aterrante invadía cada sitio y cada rincón, parecía como si las velas no quisieran alumbrar, hasta las lámparas de aceite de las calles iluminaban débilmente, entonces cuando se dio el toque de queda y sonaron lúgubres las campanas de la Catedral, se escucharon unos lamentos que no podían ser emitidos por criatura alguna viva, venían las lamentaciones de ultratumba y resonaban por todos los rincones obscuros de las casas, nadie quería ni salir de su dormitorio, la gente se hincaba en la esquina de su habitación y rezaba en voz alta con el rosario entre las manos temblorosas, así pasó toda la noche angustiante, afuera en la calle los perros daban aullidos terribles que helaban la sangre y el viento frío reverberaba en cada callejón obscuro, se oían los gritos enloquecidos de los guardias y serenos que se encontraban tan espantosa aparición por el camino. Al día siguiente se encontró el cuerpo de los soldados y vigías muertos, sin color alguno en la piel, con los pelos erizados del miedo y los ojos desorbitados, nadie quería realizar ese oficio por más dinero que se les pagara, así sucesivamente eran encontradas personas muertas de espantó con gestos de haber pasado por un terror profundo. Los sucesos se repetían por la noche dando las doce horas, se veía a la difunta recorrer cada calle y rescoldo, deteniéndose en las ventanas y patios de las casas, muchos desdichados que la llegaban a ver quedaban mudos o locos de espanto todos la llamaron “La Llorona”, los sacerdotes hicieron constantemente muchas misas y rezos para acabar con las tragedias, obligando e indicándole a la gente que nunca volvieran a hablar más de esta horrenda historia, para que desapareciera para siempre esta horrible aparición. Por eso esta leyenda casi desapareció y se prohibió con el transcurso de los años.

La Catrina

La dama de la que les hablaré ahora viste con sus mejores prendas y el mejor sesus sombreros, muy bonitos por cierto; aunque en pose parece muy fina y retada,déjenme decirles que de eso no tiene nada. Es muy elegante eso sí, pero siempreanda haciendo de las suyas donde quiera anda. A veces se sale con la suya, otrastantas le gana el azar de la vida. De cualquier forma está siempre presente en lasfiestas en las que los muertos vuelven a la vida.


La versión original es un grabado en metal autoría del caricaturista José Guadalupe Posada, el nombre original es "La Calavera Garbancera". "Garbancera" es la palabra con que se conocía entonces a las personas que vendían Garbanza que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, ya fueran españoles o franceses (este último más común durante el porfiriato) y renegaban de su propia raza, herencia y cultura.

Esto se hace notable por el hecho de que la calavera no tiene ropa sino únicamente el sombrero, desde el punto de vista de Posada, es una crítica a muchos mexicanos del pueblo que son pobres, pero que aun así quieren aparentar un estilo de vida europeo que no les corresponde.

..."en los huesos pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz".

Fue Diego Rivera quien la dibujó por primera vez vestida en su mural "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central", donde la calavera aparece como acompañante de su creador: José Guadalupe Posada. Asimismo fue el muralista quien la llamó "Catrina" nombre con el que se popularizó posteriormente, convirtiéndola así en un personaje popular mexicano.

El nombre de Catrina, proviene de la palabra ‘catrín’, sinónimo de elegante,distinguido, bien vestido, fino, sofisticado y otros adjetivos con que el pueblodenominaba a las clases privilegiadas de esa época.Por las tardes, las señoras de la alta sociedad que vivían en las casas del primercuadro de la capital salían a dar un paseo por la Alameda, siempre muy elegantes,con su sombrero y una sombrilla.

LA GENTE QUE ME GUSTA

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.

Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite, huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.

Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de si, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia. A éstos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada. Me gusta la gente que con su energía contagia.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera. Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades. Me gusta la gente que busca soluciones.

Me gusta la gente que piensa y medita internamente.La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni como lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.

Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegria, la humildad, la Fé, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduria, los sueños, la humildad, el arrepentimiento, y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mi me doy por bien retribuido.

Imposible ganar sin saber perder.
Imposible andar sin saber caer.
Imposible acertar sin saber errar.
Imposible vivir sin saber revivir.

La gloria no consiste en no caer nunca, si no mas bien en levantarse todas las veces que sea necesario.
Y ESO ES ALGO QUE MUY POCA GENTE TIENE EL PRIVILEGIO DE PODER EXPERIMENTAR.
Bien aventurados aquellos que ya consiguieron recibir con la misma naturalidad el ganar o el perder, el acierto y el error, el triunfo y la derrota...

Mujer que Lee

Una mañana, el marido vuelve a su cabaña después de varias horas de pesca y decide dormir una siesta. Aunque no conoce bien el lago, la mujer decide salir en la lancha. Se mete lago adentro, ancla y lee un libro..
Viene un Guardián en su lancha, se acerca a la mujer y dice:

-'Buenos días, señora. ¿Qué está haciendo? '
- Leyendo un libro- responde ella (pensando '¿No es obvio?')
- Está en zona restringida para pescar- le informa él.
- Disculpe, oficial, pero no estoy pescando, estoy leyendo.
- Si, pero tiene todo el equipo, por lo que veo, podría empezar en cualquier momento, tendré que llevarla y detenerla.
- Si hace eso, lo tendré que acusar de abuso sexual- dice la mujer...
- Pero ni siquiera la toqué !!! - dice el guardia.
- Es cierto, pero tiene todo el equipo. Por lo que veo, podría empezar en cualquier momento.
- Disculpe, que tenga un buen día, señora, y se fue....

MORALEJA:
Nunca discutas con una mujer que lee.. Sabe pensar.

Pollos

Elogio a la Mujer Brava

Para quien no lo sepa, Héctor Abad nació en Colombia en 1958 y se recibió en Literatura moderna en Italia. Regresa a Colombia en 1987 cuando un grupo paramilitar asesina a su padre (médico defensor de derechos humanos y fundador de la que ahora es la facultad de medicina), pero vuelve a Italia por amenazas recibidas. Regresa en 1993, aproximadamente, y en la actualidad reside en Bogotá.
Elogio a la Mujer Brava Por Héctor Abad

Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas.
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.  
¡Vamos hombres, por esas mujeres bravas! 
Oro por que mis 2 hijas sean de éste maravilloso grupo y encuentren hombres que sepan apreciar a esta clase de nuevas mujeres !!!